luchador constante.
Cuando tenía 26 años estuvo en la guerra civil española, eran años difíciles para todos, pero pasó la guerra y se casó con mi madre, tuvieron 6 hijos de los cuales la única hembra de la familia falleció de meningitis con sólo 3 años de edad, quedamos por tanto 5 hermanos y yo soy el menor de todos.
Después en la posguerra lo pasaron francamente mal, aquellos tiempos de lo que se vino a llamar el año del hambre fué horrible -por lo que he llegado a saber- el mercado estaba desabastecido de todo, existían lo que llamaban cartillas de racionamiento en las que el estado te vendía los alimentos con cuentagotas, pero él sacó a su familia adelante con diferentes actividades.
En una de ellas compraba chatarra y la vendía por vagones enteros en Barcelona, también trabajó de albañil, tuvo una pequeña granja de gallinas con las que producía huevos y los vendía en nuestra tienda de ultramarinos,en otra ocasión montó una pequeña fábrica de gaseosas y la producción obtenida la vendía él mismo y la distribuía por tiendas y bares de los pueblos de los alrededores, etc... etc...
Por último en Badajoz, que es donde yo nací, se hizo constructor, contrató a una cuadrilla de albañiles y hacía casas, obras, chalets y demás hasta que nos vinimos a Madrid donde empezó una nueva actividad que le duró hasta su jubilación.
Aquí montó un almacén de distribución de chocolates Dulcinea, al principio con poca inversión y siempre trabajandóselo el sólo, pero pronto compró un local grande donde en estanterías tenía sus productos para distribuirlos por bares y tiendas de ultramarinos de la zona que él mismo atendía todos los días con su furgoneta de reparto. Llegó con los años a tener una buena cartera de clientes fieles, que sólo le hacían los pedidos a él, como el local era bastante grande amplió su red de productos e incluyó también mercadería de latas de conservas, aceites, pastas, galletas y dulces, pero sobre todo los chocolates en su más amplia variedad. Recuerdo que compraba estos por camiones enteros, muchas veces los hijos le ayudábamos a descargar para adelantar tiempo, porque eran cientos de cajas y en cada caja montones de tabletas las que había que descargar, catalogar y ordenar.
Para el almacén llegó a comprar una m´quina de rallar pan y en sus ratos libres y muchas veces con la ayuda de nosotros se dedicaba a embalarlo en bolsas para su venta posterior. También compró una máquina de hacer palomitas de maíz, aquello fué la locura, porque hicimos miles y miles de bolsas para su negociio, particularmente a mí, que por entonces tendría 12 ó 13 años, me encantaban, así que cada vez que yo las hacía me comía un puñado, tan recién hechas, tan calentitas, uf... comí más palomitas que en toda mi vida.
Mi padre seguía atendiendo su negocio, todas las mañanas se levantaba pronto, desayunaba y se iba al almacén a preparar los pedidos del día anterior, cargaba su furgoneta y... a repartir. Así estuvo hasta que se jubiló, luego vendió el almacén y una plaza de garaje que había comprado también. Siempre fué muy ahorrador, no le gustaba ni ir a los bares, nunca se permitió ningún capricho, nunca le faltó dinero porque siempre decía que podíamos necesitarlo sus hijos por una emergencia, como de hecho nos ayudó a muchos de nosotros económicamente cuando lo necesitamos.
En casa todos le llamábamos cariñosamente PATRON, él no se ofendía por eso, es más, yo diría que le gustaba, al igual que a mi madre la llamábamos MAESTRA, -porque además lo era y ejercía como tal- en fín... unos sobrenombres familiares muy curiosos que nunca, nunca, olvidaré
Por tí, papá, allá dónde te encuentres, escribo esta página en tu recuerdo, ya sabes que no me gustan los cementerios, por eso no he ido a ver tu tumba ni tan siquiera una vez, pero si supieras que te escribo desde Internet, un lugar en el que todo el mundo puede leer esta dedicatoria, te sentirías orgulloso. SEGURO QUE SI.